lunes, 30 de junio de 2008

Titanic



Every night in my dreams
I see you, I feel you,
That is how I know you go on

Far across the distance
And spaces between us
You have come to show you go on

Near, far, wherever you are
I believe that the heart does go on
Once more you open the door
And you're here in my heart
And my heart will go on and on

Love can touch us one time
And last for a lifetime
And never let go till we're one

Love was when I loved you
One true time I hold to
In my life we'll always go on

Near, far, wherever you are
I believe that the heart does go on
Once more you open the door
And you're here in my heart
And my heart will go on and on

You're here, there's nothing I fear,
And I know that my heart will go on
We'll stay forever this way
You are safe in my heart
And my heart will go on and on



Fotos graciosas

Raro, raro, raro





















































domingo, 29 de junio de 2008

Fotos graciosas

El hombre esta paseando al gallo?




















Los perros tienen miedo al gato?















Está más mono sin cresta, no?

sábado, 28 de junio de 2008

Más sobre mí


Un color: Rojo y negro.
Un número: El tres y el cuatro.
Un libro: "No sin mi hija" de Betty Mahmoddy.
Una canción: "My heart will go on" de Celine Dion.
Una comida: Tortilla de patata.
Un postre: Helado.
Un lugar: Londres, que aunque aún no lo conozco.
¿Una época del año? Verano.
Una película: "El hombre que susurraba los caballos"
Un gusto: Ir a la playa.
Un momento del día: La noche.
¿Blogs, foros o chats? ¡¡Blogs!!.
¿Te has sentido acosada virtualmente alguna vez? No. Nunca.
Un referente en tu vida: Mis padres.
Un café: No.
Proyectos inmediatos: No.
¿Eres feliz? Si.
Grupo musical preferido: La Oreja de Van Gogh.
¿Te atreves a decir tu edad? No. ¿Para qué?
Un hobby: Me gusta leer.


Lo encontré en el blog de Mónica y me gustó ... para que me conozcas más.
¿Se anima alguien más?
Bsss.

domingo, 15 de junio de 2008

Ilusión óptica


Mira el centro y dime: ¿ Cuántos círculos ves ?

Ilusión óptica

Me llamó la atención la siguiente imagen y la he decidido poner y compartirla con todos vosotr@s.


Fíjate en la imagen de cerca.

A continuación, alejate un par de metros y…. wow!!!! Las caras cambian por completo.

Guiñando un poco los ojos tambien funciona y las personas que tienen bastante miopía veran el efecto tan sólo poniendose las gafas y quitandoselas.

jueves, 12 de junio de 2008

Cuento del Ratoncito Pérez


Hoy os pongo este cuento tan bonito
porque a mi, cuando era pequeña, me encantaba al igual que Tina y Nicolás.




Pepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad. Vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vió un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí.

Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina... Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca.

Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vió cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada. Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande. El doctor se lo quitó y se lo dió de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó. Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la habitación del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada. Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró y le dejó al niño un bonito regalo.

A la mañana siguiente el niño vió el regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus amigos del colegio. Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

martes, 10 de junio de 2008

Tina y Nicolás


Hoy os pongo este cuento tan bonito de Pierre Gripari porque a mi, cuando era pequeña, me encantaba este cuento.


Había una vez un par de zapatos que estaban casados. El zapato derecho, que era el señor, se llamaba Nicolás. Y el zapato izquierdo, que era la señora, se llamaba Tina.

Ellos vivían en una bonita caja de de cartón donde estaban envueltos en papel de seda. Eran muy felices y esperaban que aquella felicidad durara para siempre. Pero he aquí que una mañana, una vendedora los sacó de su caja para probárselos a una dama. La mujer se los puso, dio algunos pasos con ellos, y después viendo que le daban bien, exclamó:

-Los compro.

-¿Hace falta que se los envuelva? -preguntó la vendedora. -No, no hace falta -dijo la mujer. Me los llevo puestos.

Pagó y salió con los zapatos nuevos.

Fue así como Nicolás y Tina caminaron todo el día sin poder verse uno al otro.

Sólo en la noche volvieron a encontrarse dentro de un oscuro closet.

-¿Eres tú, Tina?

-Sí; soy yo, Nicolás.

-¡Qué felicidad! ¡Te creía perdida!

- Yo también. Pero ¿dónde estabas?

-¿Yo? En el pie derecho.

-Pues yo estaba en el pie izquierdo.

-Ya lo comprendo todo -dijo Nicolás-. Cada vez que tú estabas adelante, yo estaba detrás. Y cuando tú estabas detrás, yo estaba adelante. Por eso fue que no pudimos vernos.

-¿Y eso va a ser así todos los días? -preguntó Tina. - ¡Temo que sí!

-¡Pero es horrible! ¡Estar todo el día sin verte, mi querido Nicolás¡-No me podré acostumbrar jamás.

-Escucha -dijo Nicolás -tengo una idea. Puesto que yo estoy siempre a la derecha y tú siempre a la izquierda, para no sentirnos solos, cada vez que yo avance al mismo tiempo te daré un golpecito. Así nos saludaremos. ¿De acuerdo?

-¡De acuerdo!

Eso hizo Nicolás, de manera que a lo largo del siguiente día, la dueña de los zapatos no pudo dar tres pasos sin que su pie derecho fuera a enredarse con el izquierdo, y ¡plaf!, cada vez la señora caía despatarrada al suelo.

Muy inquieta, ella fue ese mismo día a consultar un médico. -Doctor , no sé qué es lo que tengo, ¡Me pongo zancadillas a mí misma!

-¿Zancadillas a usted misma?

-¡Sí, doctor! Casi a cada paso que doy, mi pie derecho se enreda en el izquierdo, y eso me hace tropezar.

-¡Muy grave! Si el problema continúa, será necesario cortarle el pie derecho. Tenga esta receta. Las medicinas le costarán diez mil francos.

Déme a mí dos mil por la consulta y vuelva a verme mañana. Esa misma tarde, en el closet, Tina le preguntó a Nicolás:

-¿Oíste lo que dijo el doctor?

-Sí, lo oí.

-¡Es horrible! Si le cortaran el pie derecho a la señora, ella te botará y estaremos separados para siempre.

-¡Hay que hacer algo!

-Sí, pero ¿qué?

-Tengo una idea. Mañana seré yo la que dará un golpecito para saludarte cada vez que avance. ¿De acuerdo?

-De acuerdo.

Así lo hizo Tina, de tal modo que a lo largo de ese segundo día fue el pie izquierdo el que se enredó con el derecho y, ¡plaff! la pobre dama volvía a verse en el suelo. Más y más inquieta, ella regresó donde el médico:

-¡Esto va de mal en peor! -le contó -¡Ahora es mi pie izquierdo el que se enreda con el derecho!

-El caso se pone cada vez más grave -comentó el doctor -. Si continúa así, tendremos que cortarle los dos pies. ¡Tome! Tenga esta receta por veinte mil franco de medicinas, Déme tres mil por la consulta y, sobre todo, no olvide volver mañana.

Esa noche, Nicolás preguntó a Tina:

-¿Oíste?

-Sí.

-Si le cortaran los dos pies, ¿qué será de nosotros?

-¡Ni me atrevo a pernsarlo!

-¡Y sin embargo, yo te amo Tina!

-¡Yo también, Nicolás! ¡Te amo mucho!

-¡No quisiera separarme jamás de tí!

-¡Yo tampoco!

Así hablaba el par de zapatos en la oscuridad, sin darse cuenta de que la dama que los había comprado se paseaba en pantuflas por el corredor, pues las palabras del médico no la dejaban dormir. Al pasar frente a la puerta del closet, ella había escuchado la conversación y, como era muy inteligente, lo comprendió todo.

"¡Ah, era eso" pensó la señora. "No es que yo esté enferma, sino que mis zapatos se aman. ¡Ay que tierno!

Enseguida tiró al basurero los treinta mil francos de medicamentos que había comprado, y a la mañana siguiente le dijo a su sirvienta: -¿Usted ve este par de zapatos? No me los pondré nunca más, pero los quiero conservar de todas maneras. Así que me los lustra bien, los cepilla para que estén brillantes y, sobre todo, ¡no los separe jamás el uno del otro!

Cuando se quedó sola la criada pensó:

"La señora está loca. ¿A quién se le ocurre guardar un par de zapatos si no van a usarse? Dentro de unos quince cías, cuando se haya olvidado de ellos, me los robaré"

Quince días más tarde, se los robó y se los puso. Pero cuando los tuvo en los pies, también ella empezó a ponerse zancadillas. Una noche cuando bajaba la basura por la escalera de servicio, Nicolás y Tina quisieron abrazarse y ¡TRAZ!, ¡PLAF!, ¡BUNG!, la criada cayó sentada sobre un escalón, con la cabeza llena de desperdicios y una cáscara de papa que le colgaba en espiral como un bucle sobre la frente.

"Estos zapatos están embrujados", pensó. ¡No me los pondré más! Se los voy a regalar a mi sobrina, que es coja. Y así lo hizo, la sobrina se pasaba casi todo el tiempo sentada en una silla, con los pies muy juntos, y cuando por casualidad caminaba, lo hacía tan despacio que no se podía poner zancadillas. Los zapatos estaban dichosos porque ahora sí pasaban juntos todo el día.

La felicidad duró largo tiempo. Pero desafortunadamente, su nueva dueña gastaba más un zapato que otro al caminar.

Una noche, Tina le dijo a Nicolás:

-Querido, siento que mi suela se está poniendo fina, fina, fina. Pronto estará llena de huecos como un colador.

-¡No, por favor! Si eso sucediera, nos botaría y quedaríamos separados.

-Lo sé bien -respondió Tina -, ¿qué quieres que haga? No puedo evitar envejecer.

Tal y como lo pensaba, ocho días después en su suela apareció un agujero.

La sobrina de la sirvienta compró zapatos nuevos y decidió botar a Tina y a Nicolás.

-¿Qué será de nosotros? -preguntó Nicolás. -No sé -dijo Tina -¡Si al menos pudiera estar segura de que nunca me separaré de ti!

-Acércate -dijo Nicolás -y amarra tu cordón al mío.

Así nunca nos podrán separar.

Eso hicieron y juntos fueron a dar al tanque de la basura, juntos fueron transportados por un camión y juntos terminaron abandonados en un terreno baldío. Allí permanecieron unidos hasta que, un día, un niño y una niña los descubrieron.

-¡Hum! ¡Mira! ¡Dos zapatos! ¡Y van tomados del brazo! -Es que están casados -dijo la niña.

-Bueno -exclamó el chiquillo -, pues si están casados, deben hacer su viaje de novios.

El niño tomó los zapatos y los clavó sobre una tabla, uno al lado del otro. Despúes llevó la madera hasta la orilla de un arroyuelo y la puso a flotar en el agua, corriente abajo, hacia el mar.

Mientras la tabal se alejaba, la niña movía su pañuelo gritando:

-¡Adiós, zapatos, y buen viaje!

Fue así como Nicolás y Tina, que ya no esperaban nada más de su existencia, tuvieron, de todas maneras, un bello viaje de novios.

domingo, 8 de junio de 2008

Premio "Pilingui"


Premio "Pilingui". Pues bueno, aunque no lo parezca, es un premio de coña para fomentar el humor y la complicidad en la red. Y hoy, yo soy la pilingui de Nadym.

TOD@S sois ganadores.

Mi muñeca


Hace unos días, Nadym se ha caracterizado llevando su imagen a la de una muñeca gordita y simpática. Como bien dijo Bebita en su entrada, yo también soy muy envidiosa, y además para que os hagáis una idea de mí he decidido meterme en el papel de South Park y convertirme en uno más de ellos. Ahora ya puedo cantar a eso de "eres un cabrón, hijoputaaaaaa...". Aquí está la página donde me lo he hecho, por si se anima alguien.

viernes, 6 de junio de 2008

El año más largo de la historia


El 45 a. C. se tuvo que alargar 90 días para alinearlo con el año solar. Se se conoce con el nombre de "año de la confusión". Este año no tuvo ni 365 ni 366 días, sino que este año tuvo 445 días.

Impresionante pero cierto, ¿verdad?.

miércoles, 4 de junio de 2008

Quiero



Quiero que me oigas, sin juzgarme.

Quiero que opines, sin aconsejarme.

Quiero que confíes en mi, sin exigirme.

Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mi

Quiero que me cuides, sin anularme.

Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mi.

Quiero que me abraces, sin asfixiarme.

Quiero que me animes, sin empujarme.

Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mi.

Quiero que me protejas, sin mentiras.

Quiero que te acerques, sin invadirme.

Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,

que las aceptes y no pretendas cambiarlas.

Quiero que sepas, que hoy,

hoy poduedes contar conmigo.

Sin condiciones.

(Jorge Bucay, Cuentos para pensar)

lunes, 2 de junio de 2008

El elefante encadenado



Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

(Jorge Bucay, Cuentos para pensar)