domingo, 27 de junio de 2010

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Desde pequeños nuestros padres nos han ido preparando para una sociedad injusta y cruel, mentalizándonos de que, en todos los cuentos de hadas siempre hay una especie de “coco”, un individuo frío y calculador que durante toda la historia trata de arruinar los planes del héroe.
En aquellos relatos infantiles, el protagonista siempre vencía al personaje antagonista, pero al crecer nos vamos dando cuenta de que no siempre es así, hay veces que se lo lleva todo y hace de nuestra vida el robo perfecto.
¿Por qué lo hace? Eso es lo que nos preguntamos cuando caemos del terraplén más alto de nuestra historia, a nuestra cabeza vienen imágenes, recuerdos felices que se estrellan estrepitosamente a la vez que nuestras ganas de seguir existiendo. Quizá su conciencia haya muerto ahogada entre las cuatro paredes de un corazón de piedra, o a lo mejor no está bien psicológicamente y lo hace sin pensar en las consecuencias que conllevan sus actos, mas nosotros no nos compadecemos de él, creemos que tiene la suficiente sangre fría como para disfrutar con nuestro dolor.
Y entonces, en el mismo momento en el que el filo de su navaja cruza nuestra alma dividiéndola en pedazos sólo nos entran ganas de gritar, mas de nuestra garganta no sale más que un gemido apenas audible, y el miedo recorre cada rincón de nuestra mente, anulando nuestras fuerzas.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en la macabra cara del villano, signo de su gozo, y en sus ojos se refleja la ira que lo empuja a seguir haciéndonos daño. Su corazón vacío, se va llenando de nuestra angustia que lo insensibiliza de forma increíble haciéndolo cada vez más fuerte. Llegamos a un punto en el que pensamos que nunca va a parar, que va a llegar un momento en el que no sintamos daño, un instante en el que nuestro corazón deje de latir y de nuestra boca escape el último suspiro, capaz de erizarle el vello de la nuca.
Tal vez es un alma endiablada que en un momento determinado escapó del ardor del fuego inextinguible del infierno, colándose por los pequeños resquicios del subsuelo huyendo de este modo de la tortura eterna que le esperaba y condenándonos a nosotros a una vida deprimente marcada por los episodios en los que aparecía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola =) Gracias por pasarte por mi blog.
Me resulta muy curioso lo que escribes. Es mi situación, de hace unos meses. Sentir el dolor, no sólo del villano, sino de tu propia amiga. Ella se convirtió en mi villana y trató de hacerme daño de una manera atroz. No sólo me hirió a mí. Su pareja también sufrió su vil huella... Son tantas cosas las que sentí, tanto el dolor... Ahora, como la heroína de la historia, renazco en un mundo nuevo, surgido de mis cenizas y olvido los rencores pasados. Porque saber perdonar es de héroes.

Un besazo, preciosa.

Amylois dijo...

Esos dolores hay que quitarselos de encima como ropa vieja.

La traición es solo una mancha.

Hada Azul dijo...

Keisora, muchas gracias :). Hay veces que no sabemos perdonar, pero aunque cueste hay que hacerlo.

Poco a poco se irán hiendo, o al menos, eso espero Amylois.

Besitos a las dos