No he llorado ni una vez en toda la mañana, y eso es bastante bueno. Tampoco he estado triste y ni siquiera todo el día dándole vueltas a que hoy es el día que es.
Supongo que lo voy aceptando poco a poco, aunque nada de lo que siento cambie, ni creo, vaya a cambiar.
Toda mi vida he sabido que todo, absolutamente todo, no se puede tener (y menos una persona con mi suerte), así que hay que vivir feliz con lo que se tiene; sea amistad, o compañerismo, o lo que sea. O, al menos, hay que intentarlo. Ya que, si ni siquiera se intenta, caes una y otra vez en ese agujero sin fondo que es la tristeza.
Sé que él es el único que me puede hacer feliz del todo, mas también sé que él es la única persona que me ha hecho derramar las lágrimas más amargas de toda mi vida. Por eso le temo a todo esto.
Temo porque no sé por qué la persona por la que lloro siempre es la única que, con tan sólo un abrazo, algo de apoyo, me puede devolver la felicidad al instante.
Me...me da tanto miedo estar cerca suya, me hace tantísimo daño...pero, a la vez, lo necesito tanto a mi lado...
Su mirada feliz, su sonrisa constante, con sólo eso, se me olvida todo lo malo y todas las lágrimas. Con sólo eso, despierto y me doy cuenta de que me hace tantísima falta. Pero no importa,él no quiere estar conmigo y no pasa nada. Al menos, hemos pasado ya la fase de indiferencia, creo, y eso no sé si es bueno o malo, la verdad. Así que a ver cómo sigue esto y a ver si mi cabeza está preparada para volver otra vez a darle vueltas a lo mismo de siempre: ¿Qué es lo mejor para mí?
1 comentario:
ains mi peke... pobrecica muuuuuuuak
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